sábado, 22 de junio de 2013

capi7

-Gracias -dijo Vanessa, y como un corderito se dirigió hacia la puerta que comunicaba con el
despacho. Sabía que él la seguiría. En cuanto estuvieron a solas, volvió a la
carga
. -Las visitas inesperadas que se comportan de forma poco adecuada son

de lo más cargante, ¿verdad? - le espetó irónicamente.
-Estás loca -replicó Zac, haciendo un esfuerzo visible por contenerse-. ¿A qué demonios crees
que estás jugando?
-No he venido a jugar, sino a pagar -con un gesto dramático, alargó la mano y
depositó unos cuantos billetes sobre el escritorio-.
 Esto es a cuenta del

préstamo. No puedes comprarme como si fuera una lata de judías.
-¿Cómo te has atrevido a interrumpir la reunión? -preguntó Zac iracundo-. ¿Cómo has sido
capaz de montar semejante escena?
Vanesa se puso tensa. Nunca había visto a ningún hombre tan furioso. A pesar de su tez
bronceada, estaba muy pálido; sintió que quería taladrarla con la mirada.
-Tú me provocaste -contestó-. Viniste a verme sin que yo te invitara e hiciste que me
sintiera como lo más rastrero. ¡He venido a decirte que estabas muy equivocado!
-¡Vaya! ¿Ésta es la famosa Reina de Hielo? -replicó Zac secamente.
-¡Tú serías capaz de derretir los Polos! -siseó Vanessa, preguntándose por qué
parecía tan tranquilo de repente. Incluso estaba recuperando su color natural.
-¿No será que tienes doble personalidad?
-¿Acaso crees que me conoces muy bien sólo porque hemos coincidido media docena de veces? -Vanessa sacudió la cabeza, y no pudo por menos que darse cuenta de que su mirada parecía quedarse prendida del movimiento de su hermosa melena. Aquel
desgraciado, pensó, estaba tan pagado de sí mismo que no podía tomar en serio a
una mujer ni siquiera cinco minutos.
-Nunca vi que con Leland te comportaras de este modo.
-Mi relación con él no es asunto tuyo -le interrumpió-. Créeme: nadie me ha insultado nunca como tú lo hiciste ayer.
-Me resulta difícil de creer.
Sin querer, Vanessa empezó a desanimarse. Alto y poderoso, imponente en aquel
severo traje gris, Zac la miraba sin dejar traslucir la más mínima emoción.
-¿Desde cuándo es un insulto que un hombre admita que desea a una mujer? -preguntó implacable.
-Primero me dijiste que habías pagado el préstamo, y empezaste a presionarme con eso. ¡Eres un manipulador, eso es lo que eres! -casi gritó Vanessa, y, dándose la vuelta, se dirigió hacia la puerta.
-Todas las salidas están cerradas. De momento, no puedes salir -le informó Zac con suavidad.
Vanessa asió el pomo de la puerta y se puso a forcejar sin éxito.
-¡Abre la puerta!
-¿Por qué debería hacerlo? -se recostó en el sillón, con una expresión tan fría y amenazadora a la
vez que Vanessa hubiera deseado estrangularlo-.
Por lo que parece, viniste
decidida a entretenerrne, y aunque no me gusta que me distraigan, debo
reconocer que tienes un aspecto fabuloso con ese vestido. Entenderás que quiera
saber por qué reaccionas de una manera tan melodramática a mi proposición.
Vanessa se dio la vuelta para enfrentarse a él.
-¿Así que lo admites?
-Sí, te deseo. Es sólo cuestión de tiempo -declaró Zac tranquilamente.
Vanessa se estremeció.
-Ya veo que cuando los halagos no funcionan pasas directamente a las amenazas.
-No te estoy amenazando. Nunca he tenido que amenazar a una mujer para acostarrne con ella.
Por supuesto. Con semejante atractivo, sería una tontería mostrarse modesto. Aquel
hombre, pensó con amargura, lo tenía todo: ***********///////********//////******-appeal, más dinero del que podría gastar en toda su vida y una mente privilegiada.
-¿Piensas que eres un ser especial, verdad? Te has creído que me iba a sentir tan halagada que me iba a arrojar a tus pies... Pues te diré que no eres muy diferente a los otros tipos que han ido detrás de mí.
Tengo mucha práctica en tratar con los de tu calaña, los conozco desde que cumplí catorce años...

-Me alegro de que nuestros caminos se hayan cruzado ahora que ya eres mayorcita -la interrumpió Zac cínicamente.
Ante aquel comentario, Vanessa saltó como una tigresa.
-Sé muy bien que para ti no soy nada mas que una muñequita tonta -replicó amargamente-.
Pues bien, señor Efron, le diré algo: no pienso ser el juguete de nadie. Si quieres entretenimiento, vete a la tienda y cómprate un tren de juguete.
-La verdad, no podía ni imaginarme que detrás de la fachada que presentas en público escondieras semejante falta de amor propio...
Vanessa se dio cuenta de que la situación se le iba de las manos, que le faltaban argumentos para enfrentarse a aquel hombre despiadado.
-¡No digas *******! -contraatacó nerviosa-. Sea cuales sean los errores que haya cometido en el pasado, te aseguro que no estoy dispuesta a repetirlos. Y ahora que ya lo sabes, abre esa maldita puerta y deja que me vaya.
-Si fuera tan fácil... -murmuró Zac sin dejar de mirarla.
Pero cuando Vanessa asió el pomo de nuevo, se encontró con que la puerta estaba abierta. Salió al fin, tan turbada y dolorida como si acabara de librar una terrible batalla.
Qué demonios le había pasado? Vanessa no dejaba de darle vueltas en la cabeza a lo sucedido mientras regresaba al apartamento bajo una fina lluvia que muy pronto la caló hasta los huesos. Estaba tan alterada
que casi agradeció su frescura.
Algo había salido muy mal en aquel despacho. Zac había conseguido devolverle todos y cada uno de sus golpes; tal y como había ocurrido el día anterior, cuanto más furiosa se ponía ella, más frío y controlado parecía él. Aquel hombre tenía un autocontrol formidable.
Y sí, tenía que reconocer que se había comportado de forma melodramática. Se había desbocado como un caballo enloquecido, lanzando acusaciones que no tenía la menor intención de hacer, exponiendo ante su peor enemigo sus más íntimas inseguridades y temores.
Sin duda, todo aquello se debía a la tensión de los últimos días: la enfermedad de Leland, la mala prensa, la muerte de la madrina. La presión a la que estaba sometida la había hecho perder los papeles delante de aquel hombre implacable. ¡Falta de amor propio! ¿Cómo se había atrevido a decirle semejante
cosa?
Una limusina se detuvo unos cuantos metros por delante de ella. Zac salió del interior y se quedó mirándola.
-¡Mira que andar de ese modo bajo la lluvia! ¡Vamos, métete en el coche!
Vanessa se detuvo, retirándose los mechones de pelo mojado de la cara.
-¡Vete al infierno! -le espetó desdeñosamente.
-¿Vas a ponerte a pedir socorro si te meto en el coche? -preguntó Zac impaciente.
Vanessa sintió que le traspasaba una oleada de rabia como nunca antes había sentido. Se plantó delante de él, con el vestido pegado al cuerpo, delineando cada una de sus fabulosas curvas.
Sabía que, aunque lo estaba deseando, Zac no haría el menor movimiento hacia ella.
-¿Por qué me estás siguiendo?
-No me hacen mucha gracia los trenes de juguete... demasiado tranquilos -admitió Zac.
-Pues a mí no me hacen ninguna gracia los tipos como tú, que piensan que me conocen mejor que yo misma.
Vanessa vio que él también se estaba empapando. Finas gotas de lluvia relucían en su pelo negro como el ébano. Por alguna razón misteriosa, le agradó que él se estuviera calando por su causa.
-Si lo que pretendes es que te diga que puedo cambiar, lo siento, no vaya hacerlo. Yo soy como soy -declaró Zac.
Sería muy tonta si no aprovechaba la oportunidad de que la llevaran a casa, se dijo Vanessa, sobre todo teniendo en cuenta que empezaba a sentir un poco de frío.
Disfrutando ante la perspectiva de dejarle asombrado, se subió en la limusina.
-Quería que te enfadaras para que me dejaras sola -le dijo en cuanto se pusieron en marcha.
-Entonces, ¿por qué no te mantuviste alejada? ¿Por qué te has metido en el coche? -preguntó
Zac implacable.
Por toda respuesta, Vanessa asió la manecilla de la puerta, pero antes de que pudiera salir del coche, Zac le asió la mano con fuerza para impedírselo.
-¿Acaso quieres suicidarte? -preguntó.
Ella se desasió con un gesto y se quedó acurrucada en silencio. Sabía que él tenía razón: ¿si realmente había querido evitarlo, por qué había subido al coche? Sin duda, no por algo tan trivial como la lluvia o la ropa mojada.
Desde el otro extremo del asiento, Zac extendió una mano amistosamente.
-Ven aquí.
Por toda respuesta, ella se acurrucó aún más en el rincón. No sabía qué le estaba pasando,
se sentía aterrorizada ante la oleada de sentimientos contradictorios que la presencia de aquel hombre despertaba en ella. Zac Efron era un peligro letal para una mujer como ella; lo único sensato era evitarle como si fuera una plaga.
Con un largo suspiro, Zac se despojó de la chaqueta, y, sin más preámbulos, la asió
por la mano y la atrajo hacia sí. Vanessa se debatió con furia para desasirse
de su abrazo.
-¡Déjame! ¿Qué haces...?
-¡Estáte quieta! -tronó Zac; al tiempo que la soltaba extendió los brazos, como para demostrarle que no llevaba ningún arma escondida-. No aguanto a las mujeres histéricas.
-No... yo no... no lo soy -musitó Vanessa avergonzada mientras él le colocaba la chaqueta por encima de los hombros. Aún notaba el calor y el aroma de su cuerpo en la suave y cálida tela. Era un olor nítido y masculino, con una pizca de limón. Agachó la cabeza y aspiró profundamente, sorprendiéndose ante lo que la conmovía aquel gesto.
-Eres tan testaruda como mis caballos de carreras: cada vez que me acerco, tú te alejas.
-Ayer no lo hice -replicó Vanessa ácidamente.
-No tuviste oportunidad de hacerlo -dijo Zac con toda intención. Alargó las manos y asió las mangas de la chaqueta, tirando de ese modo de ella.
-¡No! -suplicó Vanessa con los ojos muy abiertos. Para su desesperación, lo único que podía
hacer era extender las manos hacia su pecho.
-Sólo te soltaré si me das un beso -le advirtió Zac juguetonamente.
Sólo tocarlo por encima de la camisa le resultaba ya tan íntimo, que Vanessa sintió que un escalofrío de culpabilidad le recorría la espina dorsal. Notó los remolinos de vello por debajo de la tela, y se sintió absurdamente excitada. Solía trabajar con modelos que se afeitaban el torso, y, por contraste, sentía un
irreprimible deseo de desabrocharle la camisa.
-Pareces un niño al que le han pillado en falta -le interrumpió Zac con una sonrisa perezosa.
Aquel gesto tuvo el poder de dejarla paralizada, como hipnotizada de nuevo.
Fascinada, era incapaz de apartar la vista de aquellas increíbles pestañas sedosas y de la firme línea de su mandíbula.
-No me convienes en absoluto -dijo, presa del pánico.
-Demuéstralo -replicó Zac con aquella voz de terciopelo que parecía una caricia. Le pasó la mano por el cabello, deteniéndose en la curva de la nuca-. Demuéstrame por qué no te convengo.
Era tan atractivo que Vanessa no podía pensar con claridad. El corazón le latía a tal velocidad que parecía que se le iba a salir del pecho. Sintió una oleada de creciente excitación recorrer su cuerpo. Se ruborizó al darse cuenta de cómo Zac miraba sus pechos, erguidos bajo la tirante tela del vestido.
Lentamente él deslizó las manos por su espalda, y se agachó hacia ella, pero en vez de besarle en la boca, lo hizo en uno de sus pezones. Sorprendida, Vanessa arqueó el cuello y gimió incoherentemente.
Zac levantó la cabeza y se la quedó mirando con una expresión salvaje.
-Casi duele desear esto tanto -dijo-. No creo que conocieras esta sensación... pero ahora sí.
Vanessa se echó a temblar; el puro miedo se enroscaba en su interior como una serpiente. Zac estaba jugando con ella, valiéndose para ello de su increíble atractivo.
-¡No me toques! -exclamó, y antes de que se diera cuenta de lo que estaba haciendo, le cruzó la cara de una bofetada. Zac le asió la mano con un gesto y volvió a sonreírle.
-Ya veo que la frustración te altera mucho -dijo, y sin dejar de mirarla se llevó la mano a los labios primero, y se agachó para besarla después.
Nunca antes la había besado de aquel modo. Automáticamente respondió con la misma ansia al llamado de aquella boca devoradora y sensual. Se aferró a Zac, odiándose a la vez por el deseo que crecía dentro de ella.
De repente, todo acabó.


jajajaja byeee :P

jueves, 21 de marzo de 2013

capi 6



holaa le segumoss ..alice las imagenes las consigo en tumbl y grax por comentar

-¡Pero si tú no has sido la amante de nadie!

Vanessa no hizo el menor comentario. Tras toda la publicidad negativa que le habían
hecho, nadie creería la verdad.

-Liz, todo lo que Zac quiere es acostarse conmigo -declaró.

-¡Oh! -Liz enrojeció tan intensamente que todas sus pecas desaparecieron-. ¡Cariño! ¡No debes dejarte arrastrar por un hombre semejante!

Aquella noche Vanessa permaneció tendida en la cama, escuchando los ruidos del tráfico.
No podía perdonarse haberse sentido atraída por un hombre como Zac Efron, quiena buen seguro pensaba que era una aventurera despreciable, acostumbrada a vender su cuerpo a cambio de lujos y riquezas. Le parecía que el corazón se le iba a partir en mil pedazos de dolor. ¿Cómo había sido capaz de caer tan bajo? Cuando la eligieron para la campaña publicitaria de una de las marcas de productos para el cabello más populares del país, apenas tenía dieciocho años. Aunque nunca había querido ser modelo, se dejó convencer por su padre, y muy pronto empezó a ganar dinero a espuertas.Sin embargo, al poco empezaron a hartarla la presión a la que la sometían y la
superficialidad del mundo de la moda. Como había ahorrado mucho dinero, empezó a hacer planes para cambiar de vida.
Pero durante todo ese tiempo su padre no había dejado de jugar. Sin que ella lo
supiera, cada vez hacía apuestas más arriesgadas, ofreciendo la fortuna de su
hija como garantía para cubrir las pérdidas. Por suerte, el director del casino
de Leland le había cortado el crédito en cuanto sospechó que el anciano estaba
jugando muy por encima de sus posibilidades. Vanessa conoció a Leland Coulter
cuando fue al casino a pagar las deudas de su padre.
-No conseguirás cambiarle, Vanessa -le había dicho-. Seguiría apostando
aunque se estuviera muriendo. Tiene que ser él el que decida cambiar.

Tras aquel humillante episodio, su padre le hizo un montón de promesas. Le juró que
no volvería a jugar, pero, como era de esperar, rompió su promesa. Como ya no
era bien recibido en los casinos, empezó a acudir a lugares más peligrosos;
jugaba altas sumas de dinero al póker con hombres de pésima reputación,
dispuestos a romperle los huesos a quien osara eludir sus deudas. Fue así como
la vida de Vanessa comenzó a tambalearse.
Russ contrajo una enorme deuda de la que su hija no pudo hacerse cargo, pues ya
había gastado sus ahorros; unos matones le dieron una terrible paliza y perdió
un riñón. Le confesó lo ocurrido a su hija en la cama del hospital, entre
sollozos: le habían amenazado con que si no devolvía el dinero a tiempo lo
matarían.
Desesperada, Vanessa había acudido a Leland Coulter en busca de consejo. Tras escucharla, él
le propuso un arreglo: cubriría todas las pérdidas de su padre a condición de
que ella se fuera a vivir con él. Desde el primer momento había sido muy claro
respecto a las condiciones del trato: no quería sexo, solamente presumir, llevar
una espléndida mujer del brazo, que ésta presidiera las cenas que organizaba y
que le acompañara donde quiera que fuese.
Todo aquello no le había parecido demasiado a Vanessa, quien, además, le estaba
realmente agradecida por que le hubiera prestado el dinero y salvado así a su
padre. No se dio cuenta de la trampa en que se estaba metiendo; de hecho, ni
siquiera supo que Leland estaba casado hasta que vio los titulares de un
periódico sensacionalista en el que se arrastraba su hasta entonces intachable
reputación por el fango.

-Jennifer y yo rompimos porque ella tenía una
aventura -admitió Leland a regañadientes cuando Vanessa le echó en cara habérselo ocultado-. Tenerte a mi lado hace que no me sienta como un estúpido.

Y a ella le había dado tanta lástima que decidió permanecer a su lado mientras la pareja
libraba una encarnizada batalla legal para repartirse sus propiedades. Jennifer
y Leland pelearon sin tregua ante los tribunales hasta que, justo una semana
antes de la vista del divorcio, a él le diera un infarto; y en aquel momento de
crisis, la única mujer en la que él había pensado era en su esposa.

-Vete, déjame solo -le había susurrado patéticamente a Vanessa desde la cama del hospital-.
Necesito a Jennifer, ¡No quiero que te vea aquí!

Aquello le había dolido, pues, por insólito que pareciera, sentía cierto afecto por Leland.
No era en absoluto un hombre malo, tan sólo egoísta, como todos los que había
conocido antes que él, y esperaba sinceramente que volviera a ser feliz con su
Jennifer. Sin embargo, la había usado no sólo para curar su vanidad herida,
sino, lo que era mucho peor, como arma para castigar a su mujer infiel. Y eso Vanessa
no podía perdonárselo, como tampoco podría perdonarse a sí misma haber estado
tan ciega como para consentirlo. Se juró a sí misma que nunca, pasara lo que
pasara, volviera a permitir que la utilizaran.



A la mañana siguiente, muy temprano, Vanessa ayudó a Liz a hacer el equipaje. Su
amiga iba a pasar una temporada en casa de unos conocidos, en Devon. Sentía un
gran alivio al pensar que Vanessa cuidaría de la casa, ya que el año anterior,
durante una de sus ausencias, unos vándalos habían irrumpido en el estudio destrozándolo todo.
En cuanto su amiga se marchó, Vanessa se encerró en el cuarto de baño donde pasó una hora
maquillándose cuidadosamente y vistiéndose con especial esmero. Iba a darle a Zac
Efron una lección que nunca olvidaría.
A media mañana buscó la única joya que le pertenecía. Se trataba de un brazalete
victoriano que había encontrado a los once años, en la caja de costura de su
madre. Sin duda, lo había escondido ahí para evitar que su marido, que siempre
andaba corto de dinero, lo empeñara. Después de hacerlo siempre se sentía terriblemente
avergonzado, pero para entonces era demasiado tarde como para recuperar
aquellas humildes joyas. Vanessa lo sabía muy bien, así que mantuvo aquel brazalete
bien escondido durante todos aquellos años.
Por eso le parecía aún más terrible lo que estaba a punto de hacer, una auténtica
traición a la memoria de su madre. Pero necesitaba desesperadamente el dinero y
no poseía nada más de valor. Tenía que demostrarle como fuera a Zac Efron que
aunque se hubiera hecho cargo de la deuda, eso no le daba ningún derecho sobre
ella. Y el amargo sacrificio de la única herencia de su madre sólo contribuía a
hacer más firme aquella decisión.
Media hora más tarde subía al piso más alto del rascacielos que albergaba las
oficinas centrales de las empresas de Efron. Decidida, se acercó a la mesa de
la recepcionista.

-Quiero ver a Zac -anunció.

-¿Se... señorita Hudgens? -la chica se levantó con los ojos como platos al reconocerla.

 Vanessa se había puesto un vestido de un rojo furioso, escandalosamente ceñido, y se había
soltado la hermosa melena negra que caía como una cascada  hasta la
cintura. Completaban el conjunto unos zapatos de tacón vertiginoso.

-No se preocupe, ya sé dónde está su despacho -dijo, y sin más preámbulos se encaminó
hacia el pasillo, dejando a la empleada boquiabierta.

Abrió la puerta con decisión, pero, por desgracia, el despacho estaba vacío. Sin vacilar
se dirigió a la sala de reuniones contigua, sin hacer caso de los aspavientos
de la recepcionista, que había conseguido llamar la atención de otras dos
secretarias.
¡Eureka! Vanessa irrumpió en una habitación repleta de hombres de negocios que se quedaron sin
habla ante su súbita aparición.
 -Quiero hablar contigo ahora mismo -dijo Vanessa. 

-Puede esperar en el despacho del señor Efron, señorita Hudgens -intervino una mujer de mediana edad, presumiblemente una de las secretarias.

-No, gracias, no quiero esperar -le espetó Vanessa. Zac le lanzó una mirada cargada de furia.

Nunca nadie le había hecho semejante escena. Vanessa le sonrió dulcemente;
sabía que no podía hacerle ningún daño porque ya no tenía absolutamente nada
que perder: ni dinero, ni empleo, sólo su orgullo y su buen juicio. Costara lo
que costara, estaba dispuesta a que Zac pagara por lo que le había hecho el día
anterior.
Impetuosamente, Zac se acercó a ella y la asió por la muñeca. Vanessa gimió, como si le hubiera
hecho mucho daño. Él la soltó de inmediato, pero a cambio le dirigió una mirada
que hubiera hecho temblar a mujeres mucho más fuertes que ella.

miércoles, 27 de febrero de 2013

capi 5


holaa ..sorry la tardanza pero la universidad no perdona xD Alice  si leeo todas tus noves me encantan cada una de ellas pero por falta de tiempo no te puedo comentar y lo siento muchoo :( te juro que are todo lo posible por comentar tu siguente nove ok :) y muchas gracias por comentar a todas

seguimos..

Ella lo repitió de nuevo, como si fuera una súplica. Zac la miró satisfecho, sus ojos convertidos en azul intenso. Vanessa se echó a temblar, nunca en toda su vida había sido tan consciente de su propio
cuerpo. Notó cómo se erguían sus pechos debajo de la camiseta de algodón, casi
le dolían los pezones al contacto con la tela.
Justo entonces oyeron un golpe terrible en una de las contraventanas. Asustada, Vanessa
dio un salto hacia atrás.

-Tranquila... ha sido sólo un balonazo -dijo Zac haciendo un gesto hacia la calle-.
Mira, son esos dos niños que estaban jugando.

Pero Vanessa no le escuchaba. De repente se dio cuenta de que Zac Efron la apretaba contra
él con ambos brazos y que había estado muy cerca de besarla. Y lo que era aún peor:
no podía negarse a sí misma que había deseado ese beso con toda su alma.
Se alejó de su lado precipitadamente, llevándose las manos a sus ruborizadas mejillas.

-¡Vete de aquí y no vuelvas nunca más! -gritó.

Zac maldijo por lo bajo en griego.

-¿Se puede saber qué es lo que te pasa? -preguntó acusadoramente.

La poca dignidad que a aquellas alturas le quedaba a Vanessa se desvaneció como por
ensalmo. Maldita sea: ella le había alentado y él lo sabía. Aquel hombre debía
sentirse tan frustrado y anhelante como ella misma. Se sentía presa de
sentimientos contradictorios, a punto de perder el control de sí misma.

-No tengo por qué darte explicaciones -dijo, y se precipitó hacia la puerta principal-. Quiero que te vayas y que no vuelvas
nunca más. Si lo haces, te echaré al perro.

Sorprendentemente, Zac se echó a reír en aquel tono profundo y oscuro que le era tan peculiar, mirándola como el lobo que acecha a su presa.

-Me parece que ese perro me matará a lametazos... ¿y tú? -preguntó
enarcando irónicamente las cejas.

-¡Márchate! -grito Vanessa casi desesperada, ruborizándose
hasta la raíz del pelo.

-¿Y tú? -repitió Zac enfatizando cada sílaba-. Creo que por alguna extraña razón, lo que acaba
de suceder, aunque a mí me parece que no ha sido nada, a ti te ha puesto excesivamente
nerviosa... casi pareces aterrorizada.

Vanessa sintió náuseas: nunca antes la habían calado tan bien. Se sentía observada tan de cerca como un insecto bajo el microscopio.

-¿Por qué permites que lo que no es más que deseo legítimo te avergüence? -continuó Zac suavemente-.¿Por qué no te permites sentir placer?
-¿Placer?
-A mí me parece -respondió mirándola intensamente, a punto ya de marcharse-, que cuando la ambición y el deseo se unen, el resultado no puede ser más placentero.

Tras dejar caer aquella última ofensa, salió de la casa y se encaminó tranquilamente hacia la limusina. Los dos niños que habían estado jugando al fútbol trataban sin éxito de entablar conversación con el
impasible chófer. Zac se detuvo a charlar con ellos con una naturalidad que a Vanessa
le pareció desconcertante. Turbada por su propia fascinación, cerró dando un
portazo.
Iba a regresar, de eso estaba tan segura como de que al día siguiente volvería a salir el sol. Nerviosa, se puso a dar vueltas por la casa hasta que llegó a la cocina, donde, para su sorpresa, Liz la estaba
esperando con expresión preocupada.

-Bounce empezó a gruñir en el estudio. Supongo que debió oírte gritar. Volví a la casa, pero al darme cuenta de que estabais peleando, me quedé fuera -confesó-.
Por desgracia, oí más de lo que hubiera querido. Eres un perro muy malo,
Bounce: fuiste muy tonto por no morder a ese Zac Efron.

-¿Sabías que él era... ?

-Al principio no, pero luego... me has hablado tantas veces del tan Zac.

-¿Sí? -Vanessa respiraba agitadamente. Liz sonrió.

-Te pasabas horas criticándole y quejándote por su
comportamiento, por lo que enseguida me di cuenta de que, en cierto modo, te
sentías muy atraída por él.

Vanessa soltó una áspera carcajada.

-Habría sido mejor que me lo hubieras dicho, así, por lo menos, habría estado preparada. Mis
hormonas han enloquecido en el momento menos oportuno, ¡me siento tan tonta! -se lamentó con los ojos llenos de lágrimas-. Me está entrando un dolor de cabeza terrible...

-No es para menos -murmuró Liz compasivamente-. Nunca te había oído gritar de ese modo.

-Es que nunca he odiado a nadie en mi vida como odio a ese maldito Zac Efron. Me gustaría matarlo, Liz, te lo juro. Y encima, ahora estoy en deuda con él en vez de con Leland...

-Me ha parecido entender que no quiere que le devuelvas el dinero...

-Pienso devolverle hasta el último céntimo, aunque eso sea lo último que haga -replicó Vanessa con los ojos llameantes.

-Seguramente ha herido tu orgullo, Vanessa, pero a mí me ha parecido sincero. Por lo menos
deberías reconocer que ha sido muy generoso por su parte -Liz parecía considerar muy seriamente todo lo ocurrido-. Ese hombre debe estar muy interesado por ti como para haber hecho semejante cosa.

-¡Liz...! -la interrumpió Vanessa dolida.

-¿No has pensado que puede ser él el tipo con el que te cases? -continuó su amiga
burlonamente.

-¡Por Dios Santo, Liz! ¿Es que te has vuelto loca? ¿Cómo se te ha ocurrido semejante cosa?

-El testamento de tu madrina...

-¡Olvídate, Liz! A mí me parece que lo último en lo que pensaría ese hombre es en el matrimonio

se detuvo un instante para pensar la mejor forma de explicárselo a su ingenua
amiga sin herir demasiado su sensibilidad-

-. No tiene el menor interés, digamos
romántico, en mí. No es de ese tipo de hombres: es duro, y frío como el hielo...

-A mí no me lo ha parecido en absoluto. Su voz sonaba muy amable. Te sorprendería saber la cantidad de cosas que puedo advertir sólo por el tono de voz.

En muchos aspectos, Liz era mucho más inocente que ella. Vanessa no quería decirle crudamente
que Zac Efron la consideraba un ser inferior, meramente un objeto preciso del
que presumir y disfrutar.

-Liz -empezó titubeante-, creo que se sentiría ofendido sólo al considerar la
posibilidad de tener una relación normal con una mujer que ha sido la amante de
otro hombre...

0.o otro hombre?..Amante?...quien sera?.. xD JAJAJA BYEE CHICAS PLISS COMENTEN